domingo, 19 de julio de 2009

LOS PLACERES


Estamos en un mundo en el que lo más importante para la gente es pasarlo bien; solamente se piensa en pasarlo lo mejor posible y sin preocuparnos de los problemas que puedan tener las demás personas próximas a nosotros. Me estoy refiriendo al mundo occidental, a nuestra sociedad, porque en el llamado tercer mundo, el mayor placer que pueden tener es poder comer, al menos, una vez al día.
Para cuatro días que vamos a vivir; a vivir que son dos días; una vez al año no hace daño, son frases que se dicen para justificar de alguna manera esa actitud de despreciar todo lo que signifique trabajo y esfuerzo, y defender todo lo que sea diversión ociosa. Quiero hacer esta precisión, porque existe otra diversión que sí tiene en cuenta los valores antes señalados. Me refiero a la que experimenta la persona a la que le gusta su trabajo, que se convierte para él en una agradable diversión: Busca un trabajo que te guste y no darás golpe en tu vida, dijo un autor que le aconsejaba su padre. Por otra parte sin trabajo y esfuerzo no se consigue nada valioso. Pero en este artículo no me refiero a ésta, sino al divertimento, sin más, al que recurren los que están aburridos que, sin embargo, no consiguen quitarse el aburrimiento de encima. ¿Ustedes creen que una persona que se pasa una noche entera bebiendo y charlando se divierte de verdad? Lo único que hace es disfrazar su aburrimiento, pasar el tiempo y cansarse, pero sin obtener ninguna satisfacción interna.
Y no es que este tipo de diversión no sea necesaria, que sí lo es, pero cuando antes haya habido un tiempo de trabajo. Lo contrario del ocio es el negocio (non ocium, que decían los romanos), es decir el tiempo de trabajo. De la misma manera que para comer hay que tener hambre y para dormir sueño, para descansar hay que estar cansado y para divertirse hay que pasar por un tiempo de trabajo en el que hay que estar pendiente de él y no pensar en otra cosa para que éste salga bien.
Pues bien los partidarios de la diversión a toda costa, suelen recurrir a Epicuro, al que consideran el padre y fundador del hedonismo. Pero están muy equivocados, porque es verdad que este filósofo habló de los placeres, pero de una forma distinta a la que ellos piensan.
El mismo Epicuro en una carta que le dirigió a Meneceo, le decía entre otras cosas:

“ ...El acostumbrarnos, pues, a comidas simples y nada magníficas es conducente para la salud(...) Así, que, cuando decimos que el deleite es el fin, no queremos entender los deleites de los lujuriosos y derramados, y los que consisten en la fruición. Como se figuraron algunos ignorantes de nuestra doctrina o contrarios a ella, o bien que la entendieron siniestramente; sino que unimos el no padecer dolor en el cuerpo con el estar tranquilo en el ánimo(...)”

Y es que este filósofo distinguía tres tipos de placeres, a saber: Los naturales y necesarios que son los que necesitamos para conservar la vida: comer, descansar, vestir, tener un techo, etc. Pero todo ello dentro de unos límites en función de la necesidad real. Comer, por ejemplo, es necesario, pero si lo hacemos sin control puede ser perjudicial y acarrearnos problemas de salud, como la subida del colesterol, la hipertensión o la diabetes.
Luego están los que son naturales pero no necesarios, y son aquellos que resultan agradables a los sentidos, pero que no son imprescindibles para la vida. Una persona puede necesitar un abrigo para protegerse del frío, pero aquel no tiene que ser de esas pieles que cuestan un ojo de la cara y que para lo que sirven es para impresionar a los demás ( a los que se dejen impresionar). Para quitarse el frio con uno de paño normal es suficiente. Lo mismo se puede decir de los coches, las casas, etc.
Por último, los que no son ni naturales ni necesarios, y aquí si que hay tela para cortar, además del ejemplo del abrigo y los demás citados. Son muy frecuentes ya que ahora mucha gente compra las cosas, no porque cubran una necesidad real, sino porque están de moda, porque se anuncian en la televisión, porque están de rebajas, o para impresionar a los vecinos.
Epicuro decía que los placeres naturales y necesarios hay que satisfacerlos, pero con la debida moderación; los naturales pero no necesarios se pueden satisfacer, siempre que no vayan acompañados de algún problema; y los que no son ni naturales ni necesarios lo mejor es olvidarse de ellos , ya que pueden acarrearnos problemas en forma de ruina económica o de salud, sentimientos de envidia, cuando no de odio o cosas aún peores.
En cuanto al sexo, está claro que forma parte de los considerados naturales, pero ¿es a la vez necesario, salvo para la continuación de la especie? Epicuro decía:
“ Si te complaces en los placeres de Venus, y no violas las leyes ni las buenas costumbres, y no dañas tu cuerpo adelgazándote, y no te arruinas, haz lo que te dé la gana, pero haz de saber que es extremadamente difícil evitar estos inconvenientes. ¡ Con Venus, ya es ganar no perder nada!”
Pues eso. Epicuro nos enseña a hacer un uso adecuado de los placeres y a establecer un límite a la hora de disfrutarlos. Es otro ejemplo de cómo la Filosofía nos puede ayudar a vivir mejor.

En mi libro Facilosofía de Ediciones Absalon, puede encontrar el lector mayor ampliación a lo que acabo de exponer, así como ejemplos de otros filósofos como Sócrates, los Estoicos o Espinosa, por citar solamente alguno de ellos.

5 comentarios:

  1. Nunca se me había ocurrido pensar que la Filosofía pudiera servir para algo. Recuerdo mis tiempos de estudiante de B.U.P., no logré enterarme de nada, pero este artículo, que he encontrado casualmente, me ha hecho cambiar de opinión. Lo que dice sobre los placeres está muy claro y tiene mucho sentido.
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  2. Muchas gracias Alfonso: Le invito a visitar mi blog. Un saludo.

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  3. Me ha parecido muy interesante tu articulo .He aprendido leyendolo. saludos Elvira

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  4. Hola viri: En estos tiempos de crisis, es de mucha utilidad la clasificación que de los placeres hizo Epicuro.

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