En el artículo titulado EL CALENTAMIENTO GLOBAL, publicado en este mismo blog el 24 de octubre pasado, hablaba de la ayuda que la Filosofía nos podía prestar a la hora de cuidar de la Naturaleza, y terminaba prometiendo hablar otro día sobre lo que Heidegger nos decía acerca del cuidado que debemos proporcionar a las demás personas que coexisten con nosotros. Y como lo prometido es deuda, me dispongo hoy, en plenos días de Navidad, a hablar de este tema.
Heidegger decía que en el mundo no estamos solos, sino que coexistimos con los demás y que, por lo tanto, debemos también cuidar de ellos, de la misma forma que debemos cuidar de la Naturaleza. Pero no solamente de nuestros familiares y amigos, sino de cualquier persona con la que nos encontremos o con la que tengamos que tratar o convivir de alguna manera. Aquel Buen Samaritano, de la Parábola no se paró a pensar si el hombre malherido que encontró en el camino era algún pariente o conocido suyo, sino que se apeó de su cabalgadura, le curó y lo llevó a una posada para que lo siguieran atendiendo. Y no se conformó con esto, sino que dejó dinero al posadero para que no descuidara sus atenciones con el herido, haciéndole saber que él volvería a pasar por la posada cuando regresara de nuevo a su casa.
Pues bien, el filósofo alemán, nos dice que debemos cuidar de todas las personas que vivan a nuestro alrededor y de todas con las que encontremos en algún momento de nuestra vida. Y no sólo en el ámbito material, sino en el afectivo y en el de la convivencia también. Estamos, como he dicho, celebrando la Navidad, en la que conmemoramos ese gran misterio de la venida de Jesucristo al mundo y que, desgraciadamente, estamos convirtiendo en una fiesta de auténtico derroche. En estos días todo son felicitaciones y buenos deseos, pero no deben quedarse en eso solamente, es decir, que los deseos de felicidad se han de convertir en realidad durante todo el año y no solamente en estas fechas. El movimiento se demuestra andando, como dijo otro filósofo muy anterior a Heidegger.
El cuidar de los demás se puede materializar de varias maneras: en forma de ayuda económica y en forma de ayuda afectiva. Las dos son necesarias y no se excluyen la una a la otra. Una mano por el hombro, una palabra de aliento, un halago, un rato de compañía pueden ser el mejor regalo que una persona desee. Las flores se marchitan y los regalos se pueden comprar en cualquier momento del año, pero un rato de compañía, una caricia o un halago no los puede nadie comprar con dinero, solamente podemos darlos y, además, de forma gratuita. No es lo mismo estar junto a una persona que estar con ella. Yo puedo pasarme mucho tiempo a su lado pero si no le hablo ni me preocupo por sus problemas, no estoy con ella. El estar al lado no supone acompañamiento; éste sólo se da si además se está con ella. Es preferible estar poco tiempo, pero atendiéndola que pasarse una tarde entera sin ni siquiera cruzar una palabra.
También se cuida de las personas respetando las normas de convivencia. Yo no puedo poner la música a todo volumen, si vivo en comunidad con otros semejantes, sino que debo respetar su intimidad y su descanso y no obligarles a escuchar algo que no les gusta ni les apetece. Este es sólo un ejemplo de lo que no debemos hacer si queremos evitar molestias al prójimo. Yo no solamente debo cuidar de mí, sino de las demás personas que conmigo conviven y no obligarlas a soportar mis caprichos.Aprendamos pues de Heidegger a convivir con los demás.
Heidegger decía que en el mundo no estamos solos, sino que coexistimos con los demás y que, por lo tanto, debemos también cuidar de ellos, de la misma forma que debemos cuidar de la Naturaleza. Pero no solamente de nuestros familiares y amigos, sino de cualquier persona con la que nos encontremos o con la que tengamos que tratar o convivir de alguna manera. Aquel Buen Samaritano, de la Parábola no se paró a pensar si el hombre malherido que encontró en el camino era algún pariente o conocido suyo, sino que se apeó de su cabalgadura, le curó y lo llevó a una posada para que lo siguieran atendiendo. Y no se conformó con esto, sino que dejó dinero al posadero para que no descuidara sus atenciones con el herido, haciéndole saber que él volvería a pasar por la posada cuando regresara de nuevo a su casa.
Pues bien, el filósofo alemán, nos dice que debemos cuidar de todas las personas que vivan a nuestro alrededor y de todas con las que encontremos en algún momento de nuestra vida. Y no sólo en el ámbito material, sino en el afectivo y en el de la convivencia también. Estamos, como he dicho, celebrando la Navidad, en la que conmemoramos ese gran misterio de la venida de Jesucristo al mundo y que, desgraciadamente, estamos convirtiendo en una fiesta de auténtico derroche. En estos días todo son felicitaciones y buenos deseos, pero no deben quedarse en eso solamente, es decir, que los deseos de felicidad se han de convertir en realidad durante todo el año y no solamente en estas fechas. El movimiento se demuestra andando, como dijo otro filósofo muy anterior a Heidegger.
El cuidar de los demás se puede materializar de varias maneras: en forma de ayuda económica y en forma de ayuda afectiva. Las dos son necesarias y no se excluyen la una a la otra. Una mano por el hombro, una palabra de aliento, un halago, un rato de compañía pueden ser el mejor regalo que una persona desee. Las flores se marchitan y los regalos se pueden comprar en cualquier momento del año, pero un rato de compañía, una caricia o un halago no los puede nadie comprar con dinero, solamente podemos darlos y, además, de forma gratuita. No es lo mismo estar junto a una persona que estar con ella. Yo puedo pasarme mucho tiempo a su lado pero si no le hablo ni me preocupo por sus problemas, no estoy con ella. El estar al lado no supone acompañamiento; éste sólo se da si además se está con ella. Es preferible estar poco tiempo, pero atendiéndola que pasarse una tarde entera sin ni siquiera cruzar una palabra.
También se cuida de las personas respetando las normas de convivencia. Yo no puedo poner la música a todo volumen, si vivo en comunidad con otros semejantes, sino que debo respetar su intimidad y su descanso y no obligarles a escuchar algo que no les gusta ni les apetece. Este es sólo un ejemplo de lo que no debemos hacer si queremos evitar molestias al prójimo. Yo no solamente debo cuidar de mí, sino de las demás personas que conmigo conviven y no obligarlas a soportar mis caprichos.Aprendamos pues de Heidegger a convivir con los demás.
muy interesante,saludos elvira
ResponderEliminarGracias Elvira, tú siempre tan amable. Feliz Navidad y Año Nuevo.
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