Este es un tema de discusión constante, que en estos días ha salido de nuevo a la palestra con motivo de la petición de derogación de la LOMCE. El tema de la discusión de escuela pública o privada es recurrente para los políticos. No voy a entrar en hacer valoraciones sobre uno y otro modelo de escuela, entre otras cosas porque yo he sido funcionario de la primera, tanto en Primaria como en Media, ahora Secundaria. La calidad de una escuela está en función de su profesorado, sus equipos directivos y sus recursos, pero sin olvidar la importancia de la implicación de la familia que es la primera educadora. Es en ésta donde los niños, y al decir niños me refiero a los dos sexos, empiezan la socialización y aprenden los primeros valores. Los profesores, tanto de una como de otra escuela, suelen ser profesionales bien preparados, sobre todo los de la pública que han tenido que superar una oposición para serlo, eso no quiere decir que los de la privada lo estén menos. El Problema es que con demasiada frecuencia, en ambos modelos, pero sobre todo en la pública, no los dejan ejercer debidamente sus funciones, por lo que poco pueden hacer.
Hace unos años un amigo, con el que coincidí en el
autobús, se me quejaba de que el Gobierno subvencionara los colegios
concertados, que como todo el mundo sabe son colegios privados, seglares o
religiosos a los que acuden alumnos de distintas procedencias sociales. Tienen
que pagar algo, pero no mucho. Pues bien este amigo que se quejaba de la
subvención resulta que tenía a su hija en un colegio, no concertado, sino
privado total, es decir un colegio en el que la administración educativa no
tiene mucha autoridad, porque son empresas privadas, sin ningún tipo de ayuda
de los gobiernos. Otro, y éste tenía un cargo importante en Educación, se
quejaba de la enseñanza religiosa pero tenía a sus hijas en un colegio de
monjas. ¿Cómo se entiende esto?
A ambos les
contesté que la escuela privada era muy fácil eliminarla, sin que nadie se
pudiera ofender ni siquiera protestar ni acudir a ningún tribunal. Me
preguntaron que cómo era eso posible y les dije sencillamente, que dando calidad en la pública. Si tuviéramos una
escuela pública de calidad, pocos padres llevarían a sus hijos a la escuela
privada. Y si no la tenemos no es por falta de medios, pues se gasta mucho
dinero en educación, muy mal gastado, pero se gasta. Podría poner muchos
ejemplos, pero este artículo se alargaría demasiado. Sólo quiero señalar qué
hay que hacer, a mi modesto saber y entender, para que una escuela sea de
calidad.
En primer lugar devolverles la autoridad a los profesores
y a los padres, digo autoridad, no autoritarismo. La autoridad es El
atributo de gobierno que algunas
personas tienen por razón de su situación, de su saber o de alguna cualidad, o
por el consentimiento de los que voluntariamente se someten a ellas: la
autoridad de los padres, del jefe, del médico, del profesor, etc. Hay más
acepciones de este término, pero esta es la que mejor se adecúa al tema que
estamos tratando.
Mientras que el
autoritarismo Es la sumisión incondicional a la autoridad o dicho de otra forma, el abuso de ella.
He hecho esta distinción, porque hay muchas personas que
confunden los dos conceptos. La autoridad es necesaria, tanto en la familia,
como en un centro escolar, como en un país o como en un centro de trabajo. Sin
autoridad ninguna de estas instituciones puede funcionar correctamente. El
autoritarismo, por el contrario no solamente no es necesario, sino que es
perjudicial. Unos padres autoritarios no educan a sus hijos en la libertad, y
les obligan, indirectamente, a mentir, para evitar castigos motivados por su
abuso de autoridad. Lo mismo ocurre con los profesores o con los gobernantes
autoritarios.
Consecuencia del autoritarismo es el dejar hacer, el
relativismo cultural que ahora impera. Tanto el autoritarismo, como el
relativismo son dos vicios y como decía Aristóteles en medio de ellos está la
virtud. Pues bien el justo medio entre el autoritarismo y el relativismo, es la
autoridad. Y como estamos hablando de escuela, los alumnos quieren profesores y
padres con autoridad, porque les inspiran confianza y seguridad. Si esto fuera
una charla y no un artículo, contaría anécdotas reales con nombres y apellidos
que demuestran lo que acabo de decir. Pues bien, uno de los problemas, quizás
el mayor, del fracaso de la escuela, no del escolar, es la falta de autoridad
de padres y profesores. Por eso he señalado la necesidad de devolvérsela para
tener una escuela eficaz.
En segundo lugar, fijar unas normas, pocas pero claras y
posibles de respetar y que sean de obligado cumplimiento para todos: padres,
hijos, profesores y alumnos.. Yo no le puedo decir a un alumno que no fume en el
pasillo, si yo estoy fumando en él. Estas normas, en la medida de lo posible
pueden ser elaboradas y consensuadas por todos. Se puede hacer y da resultado.
En tercer lugar, liberar al profesorado de la cantidad de
papeleo y de reuniones que no sirven para
nada, salvo para disimular el fracaso de la escuela. Se les obliga a hacer unas
programaciones que no les sirven porque no se ajustan a la realidad, pero que
les hace perder un tiempo que es de los alumnos. Lo mismo ocurre con el exceso
de reuniones.
Por último que los cargos directivos sean ocupados por
los que demuestren más capacidad pedagógica y social y que la inspección se
dedique a sus funciones, es decir: vigilar orientando cuando sea necesario. Un
amigo inspector que ha ocupado puestos importantes en política, le dijo al
Consejero de Educación que les pagaban como a coroneles, pero les encargaban
tareas de sargento. Un inspector, no está para contar niños, ni apagar fuegos,
sino para asesorar al profesorado y para vigilar que el Sistema Educativo
funcione.
Se podría decir muchas más cosas, pero como he dicho
resultaría un artículo demasiado extenso.
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