Leo en las páginas de La Gaceta del 26 de agosto, un artículo que me inquieta, sobre todo por el corolario que la autora hace al final.
Resulta que, según el citado artículo, los peregrinos insultados, agredidos y vejados en la última Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), celebrada en Madrid hace unos días, están dispuestos a pasar página y olvidarse de denunciar y exigir responsabilidades. Tal como, según la prensa, han hecho los franceses.
La razón que esgrimen para adoptar esta actitud es que las denuncias y la exigencia de responsabilidades deslucirían la visita papal. Esta actitud me parece en primer lugar cobarde, en segundo acomplejada, en tercer lugar hipócrita y, por último la más cómoda.
Es cobarde porque no se atreven a enfrentarse con los agresores, y no físicamente, sino denunciándolos y exigiendo a las autoridades su responsabilidad en los hechos, ya que esto implica enfrentarse a los violentos y al poder.
Es acomplejada porque piensan que la izquierda siempre tiene razón, que es de lo que ha presumido siempre, pero como dice el refrán castellano: dime de qué presumes y te diré de qué careces”. ¿Es razonable que unas personas insulten, agredan y vejen a otras, simplemente porque no piensen como ellos? Entonces ¿de dónde ha sacado la izquierda española esa superioridad moral que se arroga? ¿No será que con nuestra actitud pasiva nosotros mismo le reforzamos esta falsa creencia? Porque la verdad absoluta en este Planeta no la tiene nadie y como he explicado en otros lugares (cfr. Facilosofía: Absalon 2008), ésta es como una gran bola de cristal que flotaba en el espacio y que al recibir los rayos del Sol, brillaba en su totalidad. Pero he aquí que un buen día cayó al suelo y se rompió en mil pedazos: unos grandes, otros medianos, otros pequeños, pero en todos, hasta en los más minúsculos brillaba la luz cuando recibían los rayos solares. Pues con la verdad ocurre lo mismo. Todos tenemos un parte de ella. Unos mayor y otros menor, pero todos tenemos una parte y, es uniendo todas las partes como nos podemos aproximar a la verdad. Los agresores tienen también su parte de verdad y tienen el derecho a expresarla, pero siempre que respeten la de los demás, ya que al no hacerlo, la poca o mucha que tuvieran la pierden, como les ha pasado a ellos, que el mundo entero les habrá puesto el adjetivo que se merecen. Por eso los cristianos no tenemos que tener ningún complejo: Todos tenemos parte de la verdad y el deber y el derecho de exponerla, aun a costa de la propia vida.
Es hipócrita porque se escudan en la mansedumbre evangélica de presentar la otra mejilla. Pero olvidan que el mismo Jesús cogió el látigo para expulsar a los mercaderes del templo porque estaban profanando la casa de Dios. Olvidan, también, que dijo que el que se avergüence de él delante de los hombres, también se avergonzará él de ellos ante Dios. Tampoco recuerdan la parábola de los talentos, en la que Jesús presenta a dos siervos valientes y trabajadores que negocian con los talentos que el señor les dio y ganan otro tanto y a otro cobarde que le resulta más cómodo esconder el suyo y no trabajar para aumentarlo. Lo de la otra mejilla tiene otro significado. Para mí es no devolver mal por mal, ni odiar a quien te ofenda pero esto no implica que no te puedas defender cuando te ataquen, porque, entre otras razones, tenemos el deber de conservar la vida y nuestras ideas y creencias.
Es la más cómoda, porque resulta más fácil estarse quieto que molestarse en denunciar y enfrentarse con los agresores y, en este caso, además, con el poder.
Por estas razones pienso que no es correcta la postura que en el citado artículo se dice que han adoptado los participantes españoles a la JMJ, ya que como concluye la autora del mismo…” Y no será la última vez (se refiere a las agresiones): la falta de respuesta ha convertido todo esto en un anticipo de la violencia que la izquierda va a desplegar en la calle”
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