domingo, 27 de diciembre de 2009

LA COEXISTENCIA

En el artículo titulado EL CALENTAMIENTO GLOBAL, publicado en este mismo blog el 24 de octubre pasado, hablaba de la ayuda que la Filosofía nos podía prestar a la hora de cuidar de la Naturaleza, y terminaba prometiendo hablar otro día sobre lo que Heidegger nos decía acerca del cuidado que debemos proporcionar a las demás personas que coexisten con nosotros. Y como lo prometido es deuda, me dispongo hoy, en plenos días de Navidad, a hablar de este tema.
Heidegger decía que en el mundo no estamos solos, sino que coexistimos con los demás y que, por lo tanto, debemos también cuidar de ellos, de la misma forma que debemos cuidar de la Naturaleza. Pero no solamente de nuestros familiares y amigos, sino de cualquier persona con la que nos encontremos o con la que tengamos que tratar o convivir de alguna manera. Aquel Buen Samaritano, de la Parábola no se paró a pensar si el hombre malherido que encontró en el camino era algún pariente o conocido suyo, sino que se apeó de su cabalgadura, le curó y lo llevó a una posada para que lo siguieran atendiendo. Y no se conformó con esto, sino que dejó dinero al posadero para que no descuidara sus atenciones con el herido, haciéndole saber que él volvería a pasar por la posada cuando regresara de nuevo a su casa.
Pues bien, el filósofo alemán, nos dice que debemos cuidar de todas las personas que vivan a nuestro alrededor y de todas con las que encontremos en algún momento de nuestra vida. Y no sólo en el ámbito material, sino en el afectivo y en el de la convivencia también. Estamos, como he dicho, celebrando la Navidad, en la que conmemoramos ese gran misterio de la venida de Jesucristo al mundo y que, desgraciadamente, estamos convirtiendo en una fiesta de auténtico derroche. En estos días todo son felicitaciones y buenos deseos, pero no deben quedarse en eso solamente, es decir, que los deseos de felicidad se han de convertir en realidad durante todo el año y no solamente en estas fechas. El movimiento se demuestra andando, como dijo otro filósofo muy anterior a Heidegger.
El cuidar de los demás se puede materializar de varias maneras: en forma de ayuda económica y en forma de ayuda afectiva. Las dos son necesarias y no se excluyen la una a la otra. Una mano por el hombro, una palabra de aliento, un halago, un rato de compañía pueden ser el mejor regalo que una persona desee. Las flores se marchitan y los regalos se pueden comprar en cualquier momento del año, pero un rato de compañía, una caricia o un halago no los puede nadie comprar con dinero, solamente podemos darlos y, además, de forma gratuita. No es lo mismo estar junto a una persona que estar con ella. Yo puedo pasarme mucho tiempo a su lado pero si no le hablo ni me preocupo por sus problemas, no estoy con ella. El estar al lado no supone acompañamiento; éste sólo se da si además se está con ella. Es preferible estar poco tiempo, pero atendiéndola que pasarse una tarde entera sin ni siquiera cruzar una palabra.
También se cuida de las personas respetando las normas de convivencia. Yo no puedo poner la música a todo volumen, si vivo en comunidad con otros semejantes, sino que debo respetar su intimidad y su descanso y no obligarles a escuchar algo que no les gusta ni les apetece. Este es sólo un ejemplo de lo que no debemos hacer si queremos evitar molestias al prójimo. Yo no solamente debo cuidar de mí, sino de las demás personas que conmigo conviven y no obligarlas a soportar mis caprichos.Aprendamos pues de Heidegger a convivir con los demás.

sábado, 5 de diciembre de 2009

EL CRUCIFIJO EN LAS ESCUELAS



Ante la última ocurrencia de un político catalán, respaldado por el PSOE, de quitar los crucifijos de las escuelas, creo necesario hacer algunas reflexiones sobre el caso.
En primer lugar, el crucifijo no es solamente un símbolo religioso, sino que además forma parte de toda la cultura occidental a la que pertenecemos y lo es desde hace dos mil años. El crucifijo está en el arte, en nuestros pueblos y ciudades, en los caminos, en los campos, como por ejemplo, los cruceiros gallegos. Ha sido inspiración de escultores, de pintores, de poetas (recordemos los famosos sonetos de Lope de Vega o el poema El Cristu Benditu” de Gabriel y Galán, el Cristo de Velázquez o el crucificado de Martínez Montañés que se conserva en la Catedral de Sevilla). Es decir, que toda nuestra cultura está impregnada de él. Y no digo nada del resto de imágenes religiosas que han sido inspiración de los artistas en todas las épocas, como, por ejemplo: La Piedad de Miguel Ángel, que todas emanan del crucificado en el Gólgota.
En segundo lugar, el hecho de que un crucifijo haya estado o esté en algún lugar, sea este un centro escolar. una plaza o una calle, que yo sepa, nunca ha traumatizado a nadie. El creyente que lo vea, le rezará una plegaria y el indiferente puede que lo admire como obra de arte o simplemente le sea indiferente, pero no va tener que ir al psiquiatra por haberlo visto. A mi, por ejemplo, no me gusta el fútbol, pues bien cuando en la radio retransmiten algún partido, o cambio de cadena, o simplemente la apago y me dedico a otra cosa, bien a la lectura, bien a pasar un rato con el ordenador o a cualquier otra actividad, pero ni me traumatizo, ni me da un infarto, ni nada de nada. Tengo amigos que se declaran agnósticos e incluso alguno ateo, pues bien ninguno ha protestado jamás porque en las aulas hubiera un crucifijo. Es más, alguno de ellos ha matriculado a sus hijos en centros religiosos y he visto a otros llevar a sus hijas a visitar belenes por Navidad. Uno de ellos me sorprendió una tarde de Jueves Santo, cuando me dijo que iba a “ ver la procesión del Señor”.
En tercer lugar, en las escuelas públicas ( y al decir escuela me refiero a todos los centros docentes, desde la escuela infantil hasta la universidad) hace ya muchos años que, salvo raras excepciones, desapareció. Y esto lo puedo asegurar porque por motivos de mi actividad profesional he tenido que visitar muchos centros públicos de los niveles citados y, solamente en uno de ellos me he encontré con algún crucifijo, pero ni a alumnos ni a profesores les ocurría nada por ello. En el despacho que me asignaron en éste, que fue el último centro en el que estuve destinado, había un crucifijo, que yo mantuve. Por dicho despacho pasaba la mayoría de los profesores, muchos alumnos y muchos padres de éstos, porque en él estaba como Orientador. Pues bien, nadie protestó nunca porque estuviera el crucifijo. Es más, algunos padres se sorprendían gratamente al verlo.
Por último, en los centros privados, que la mayoría son religiosos, sería una incongruencia que no estuviera, ya que los padres de los alumnos que asisten a ellos, los han llevado allí, precisamente porque son religiosos. ¿Cómo no va a estar presente en las aulas el signo más representativo de su religión? Y ningún gobierno puede prohibirlo porque las leyes defienden claramente el derecho de estos centros a tener su carácter propio.
¿A qué viene entonces este empeño de quitar el crucifijo? De los centros públicos ya están quitados y de los privados no los pueden quitar porque, como acabo de decir, las leyes permiten que lo tengan. A no ser que lo que se pretenda sea enfrentar a unos españoles con otros y que nos liemos a tiros nuevamente. Pero, afortunadamente, no estamos en los años treinta y la gente no se deja engañar tan fácilmente. La gente de hoy lo que quiere es trabajo, libertad, tranquilidad y sosiego y a nadie se le obliga (desde hace ya muchos años) a profesar ni a practicar ninguna religión.
Por esto pienso que los políticos, todos, deben preocuparse de solucionar los problemas reales de la gente y dejarles en libertad de practicar o no alguna religión, así como de ser agnóstico o ateo si es lo que prefieren, en lugar de fijarse en tanta chorrada, porque este empeño de suprimir ahora los crucifijos, es eso, una auténtica chorrada.
Por otra parte, yo no digo que haya una persecución abierta hacia la Iglesia Católica en particular y hacia el cristianismo en general, pero sí que se percibe un acoso soterrado hacia ellos, lo que, no solamente no es malo, sino que, con las cosas que se están permitiendo , lo grave sería que no existiera dicho acoso, porque esto significaría que la Iglesia se quedaría tan tranquila con la ampliación de la ley del aborto, la defensa de la eutanasia, cuando no de la eugenesia y otras muchas cosas de sobra conocidas que están ocurriendo en nuestra sociedad. Si la Iglesia no fuese criticada, sería señal de que no está cumpliendo con su obligación de orientar a sus fieles y a la sociedad en general. Si el secretario de la Conferencia Episcopal, no advirtiera a los diputados católicos de que es incoherente con su fe, el votar a favor de una ley como la de la ampliación del aborto, los obispos españoles no estarían cumpliendo con su obligación de pastores, que eso es lo que significa la palabra obispo.
Pero esto no es óbice para considerar una chorrada la propuesta de quitar los crucifijos de las escuelas. ¿No hay más problema en España que este, para que algunos políticos arremetan contra él? Un poco de seriedad, por favor.