viernes, 7 de agosto de 2009

¡POBRES FUMADORES!



Vaya por delante que reconozco el perjuicio que el tabaco puede producir a la salud y que estoy de acuerdo con las campañas que, en su contra, hacen las autoridades, tanto políticas como sanitarias, pero de ahí a la persecución que la actual legislación hace, va mucha distancia. Aparte de que se ve una falta de coherencia y una gran hipocresía. Me explico.
Una falta de coherencia porque se persigue al fumador, pero se propicia directa o solapadamente en la juventud e incluso en niños en plena pubertad, el consumo de alcohol y otras sustancias peores aún que el tabaco.
Hipocresía porque se persigue al fumador adulto que es el que puede frecuentar bares, cafeterías y lugares de trabajo, que es donde se han endurecido las medidas contra el tabaco, no permitiendo fumar en ninguno de ellos, al menos eso es lo que he visto en la prensa.
Que el tabaco es malo, por supuesto, pero más lo es el alcohol, sobre todo en los niños y jóvenes que están en pleno desarrollo de su organismo. Y mucho más el hachís, la cocaína, esas pastillas de diseño tan frecuente en las reuniones de jóvenes y demás drogas que, inexplicablemente, sí está permitido su consumo en cualquier sitio. ¿No es esto incoherente?
Por otra parte, el tabaco puede dejarse, sin que la persona sufra ningún trauma ni tenga que someterse a ningún tratamiento, ni gastarse dinero para ello. Esto último lo puedo atestiguar por mí mismo. Hace casi treinta y dos años que, voluntariamente, dejé de fumar, y todo ello sin gastar nada de dinero ni en psicólogos, ni en farmacias, ni en chucherías ni en ningún sustitutivo para engañar el mono, que sí lo tenía, pero que con fuerza de voluntad y con la ayuda de Dios, logré vencer y, además, sin poner un gramo de peso. En su lugar bebía mucha agua y siempre que podía paseaba o hacía algún ejercicio físico, además, como refuerzo se me ocurrió guardar en un sobre el dinero que me costaban el paquete y medio de Winston que más o menos me fumaba al día. Cuando me di cuenta había en el sobre un dinerito curioso, con el que me permití algún que otro capricho
Para dejar el tabaco solamente se requiere una cosa, querer dejarlo y no volverse atrás en esa decisión. ¿Por qué las personas que lo intentan suelen engordar? Muy sencillo, la ansiedad que produce su falta, lo que coloquialmente se llama el mono, es una sensación parecida al hambre, por lo que la persona que está en proceso de dejarlo, recurre a la comida, a caramelos, a frutos secos, o a cualquier otra golosina. Esto se puede evitar con facilidad mediante un razonamiento sencillo: A esta hora yo nunca he comido; esto que tengo no es hambre, sino ganas de fumar y como no quiero hacerlo, ni como ni fumo. Alguien dirá, y con razón, que esto es muy fácil decirlo, pero no tan fácil hacerlo. Nadie ha dicho que sea fácil, pero el que suscribe lo hizo y si yo lo he hecho, otra persona cualquiera lo puede hacer. Ya dijo San Agustín que lo que hace un hombre, otro hombre cualquiera lo puede hacer (cf. Facilosofía 2008). Al decir hombre me refiero al ser humano en sus dos géneros.
Lo que pretendo contando esta experiencia personal, es que el tabaco, por supuesto, peligroso para la salud, se puede dejar con facilidad y un poco de fuerza de voluntad. No ocurre lo mismo con el resto de drogas que circulan entre los jóvenes y no tan jóvenes, y que sin embargo, está permitido su consumo. De estas, si se sale, es con mucho esfuerzo y mucho gasto económico, además de los disgustos y problemas familiares que ocasionan. Nadie ha robado ni matado por conseguir tabaco, ni se ha deshecho ninguna familia porque alguno de sus miembros fumen. Por eso esta campaña tan dura contra los fumadores me parece excesiva.
Vuelvo a reiterar que apruebo y apoyo las campañas que las autoridades hagan para que la gente deje de fumar, pero solamente a título informativo y dejando a la persona que decida libremente. Esa dureza que se traslade al resto de drogas citadas que tanto daño han hecho y hacen en nuestra sociedad.
Espero que estas reflexiones sirvan para que se realicen campañas más acordes con la realidad, y para que alguna persona fumadora, se anime a dejar el vicio.

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