He leído en la prensa lo que el PP propone para llegar a un gran pacto educativo en educación y la verdad, si esto es lo que se le ocurre al partido de la oposición para mejorar el sistema educativo, mejor que se hubieran estado callados. Esto recuerda el famoso chiste de Lourdes, es mejor que dejen las cosas como están, mal, antes que empeorarlas. Para este viaje no se necesitan alforjas. Voy a intentar explicar porqué digo esto.
En primer lugar, da la impresión de que el principal problema del que adolece el actual Sistema Educativo Español, es la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Tal es así que recurrieron a los tribunales para eliminarla del curriculum escolar. Pues bien, como la justicia no les ha dado la razón, ahora intentan hacer encaje de bolillos con ella. Así, proponen que la citada asignatura desaparezca como tal en la Educación Primaria, aunque se impartiría de forma transversal, es decir, impartiendo sus contenidos en el resto de asignaturas. Revisar sus contenidos en Secundaria y sustituirla por Filosofía en Bachillerato. En qué quedamos. Es o no es necesaria esta materia. Si no lo es que desaparezca por completo y si lo es habrá que mantenerla; lo que no se puede es nadar entre dos aguas. O una cosa o la otra. No quiero entrar en un debate sobre la conveniencia o no de ella, porque no es el propósito de este artículo. Pero sí dejar claro que la Filosofía tiene la suficiente entidad como para figurar en el curriculum, sin estar a expensas de la Educación para la Ciudadanía o de cualquier otra materia.
En segundo lugar, quieren reducir un año la Educación Secundaria Obligatoria (E.S.O.) para aumentarlo en el Bachillerato, pero manteniendo la obligatoriedad hasta los dieciséis años.
En tercer lugar, dejan entrever que la Formación Profesional (F.P.), queda como recurso para los alumnos que “ no vean claro su futuro en la Universidad”.
Aunque hay algunas cosas positivas en su propuesta, tales como la importancia que da a las materias instrumentales básicas (matemáticas y lengua); impartir el inglés desde la Educación Infantil, impedir la promoción de curso a los alumnos que tengan más de dos asignaturas suspendidas, o introducir cambios en la evaluación, aunque sin concretarlos, como he dicho antes, para este viaje no se necesitas alforjas. Esto es lo que yo he leído y la base de mi comentario.
El problema del Sistema Educativo actual, no es la obligatoriedad, sino, como ya he dicho en otras ocasiones la comprensividad y el error de pensar que si ésta se rebaja a una edad inferior, se segrega a los alumnos. Nada más falso.
La escuela comprensiva (no educación comprensiva, que es otra cosa distinta y debería existir siempre), es un tipo de escuela surgida en Inglaterra y que intenta dar las mismas oportunidades a todo tipo de alumnos sin discriminación de raza, credo, clase social, sexo o ideología.
Esto que en teoría está bien, solamente ha resultado ser eficaz, como la Pedagogía Comparada ha puesto de manifiesto, hasta una edad determinada. Los niños, suelen tener los mismos intereses hasta los doce años y hasta esta edad es conveniente que cursen todos las mismas materias y con la misma exigencia. Pero a partir de ella, los intereses se dispersan y ya no es eficaz hacer que todos estudien las mismas cosas.
Por otra parte la escuela comprensiva siempre ha existido, pero hasta distintas edades, según las épocas. En un principio fue hasta los nueve años; después hasta los doce; con la Ley General de Educación de 1970 se amplió hasta los catorce y desde la LOGSE, hasta los dieciséis. Pues bien, solamente ha resultado eficaz hasta los doce años. Cuando se pasó este límite comenzaron los problemas. Los maestros antiguos recordarán que los problemas de comportamiento se daban, por regla general, en séptimo y en octavo, es decir después de los doce años.
Con la ampliación que supuso la LOGSE, el problema se prolongó dos años más. ¿Por qué ocurre esto? Ni los profesores ni los alumnos tienen la culpa. Me explico.
Los intereses de los alumnos, como ya he dicho, se dispersan a partir de los doce años. Hay algunos a los que les gusta estudiar, pero a otros les atraen más las tareas manuales, entonces, éstos no entienden ni quieren entender lo que se explica en clase y comienzan los problemas de comportamiento. Los profesores se ven desbordados e incapaces y tienen que utilizar gran parte del tiempo en mantener el orden, imprescindible, para poder impartir la clase. Pero si estos alumnos pasan a F.P. donde las materias teóricas tienen relación directa con la práctica, se terminan los problemas. En otras ocasiones, y hablando de estos mismos temas, he citado ejemplos de alumnos concretos en los que se dio este caso.
Entonces el Sistema Educativo (S:E.) lo que necesita no son parches, sino una edificación nueva. Lo que propone el PP es lo mismo que si en una casa se tiran algunos tabiques para hacerle alguna reforma a la vivienda, pero dejando los mismos cimientos. Y estos son, precisamente, los que fallan y los que hay que cambiar. Vuelvo a proponer lo que ya he señalado en otras ocasiones: un S.E. que contemple la escuela comprensiva hasta los doce años, e impartida en los actuales Colegios de Primaria, seguida de una Educación Secundaria Obligatoria hasta los dieciséis años (impartida en los actuales Institutos de Educación Secundaria) que contemple dos vías interrelacionadas:
a) Un Bachillerato de cuatro años.
b) Una Formación profesional también de cuatro años y con dos ciclos. Grado Medio y Grado Superior pudiéndose acceder del primero al segundo, siempre que se trate de la misma especialidad. En el caso de que un alumno quiera hacer un ciclo superior distinto al de grado medio que tiene, tendría que superar las pruebas necesarias para que pueda seguir sin dificultad los estudios de éste último.
Estas dos vías no serían excluyentes, sino interrelacionadas, es decir, que se pudiera pasar de una a otra, con las adaptaciones pertinentes que variarían en función de lo que se lleve cursado en la que se quiere dejar.
De esta forma la crítica de la segregación de alumnos quedaría invalidada, pues los alumnos eligen libremente la vía que más les interese, sabiendo, además, que su decisión no es irreversible. Por otra parte la obligatoriedad se mantiene hasta los dieciséis años (edad legal laboral) , con lo que la igualdad de oportunidades queda garantizada.
En lo referente a la Selectividad pienso que, tal como ha sido no era una prueba muy significativa, ya que la superaba la mayoría, ni tampoco útil, pues muchos alumnos que la aprobaban no podían estudiar la carrera que deseaban. De poner alguna prueba, después del Bachillerato, propongo que cada Facultad o Escuela Universitaria exija una, que se puede llamar examen de ingreso, prueba de acceso o como quieran llamarla, el nombre es lo de menos. Esta prueba solamente tendrían que exigirla los centros cuya oferta fuera inferior a la demanda. Los otros no la necesitarían.
Como se puede observar lo único que cambiaría es, precisamente lo que falla, la E.S.O. La E. Infantil y Primaria, quedarían igual, con los cambios en la evaluación (a partir de Primaria) que a continuación diré. La F.P. tampoco cambia mucho, pues salvo lo del paso automático de un Ciclo a otro, como está ahora, está bien. En cuanto al Bachillerato el que propongo estaría más acorde con el nivel que de este se espera que el actual de dos años.
Por otra parte para mejorar la calidad, habría que cambiar el sistema de evaluación, pero no complicándolo ni burocratizándolo, sino simplemente suprimiendo la promoción automática. Aquí, seguramente los defensores del sistema actual, dirán que hay que evitar que los niños se frustren, pero yo les digo que éstos no se frustran tan fácilmente. A los niños lo que no hay que hacer es ponerles zancadillas, pero sí exigirles, de acuerdo con su niveles y capacidades. De esta forma se darían cuenta del valor que tiene el esfuerzo. Y es a esta edad, cuando hay que inculcarles este valor; después ya será tarde. Los niños han de realizar las tareas que se les impongan y tienen que procurar hacerlas bien, pero si les salen mal, decirles que no pasa nada, que se han equivocado, pero que eso no es malo, sino todo lo contrario y ayudarles a que las hagan bien, ayudarles, no hacérsela. De esta forma sabrán aprender de los errores, y, sobre todo, su autoestima se verá reforzada cuando se den cuenta que les ha salido bien; adquirirán confianza en sí mismo y estarán preparados par superar los obstáculos con los que en su vida de adultos, más tarde o más temprano, con toda seguridad se van a encontrar.
Respecto a lo que proponen de la autoridad del profesorado, no voy a hablar, porque sería el artículo demasiado extenso. Solamente decir que no se han atrevido a proponer lo que antes pensaban, que no es otra cosa que lo que el Presidente francés Sarkozy prometió en la campaña electoral que le llevó al poder.