Con motivo de la Semana Santa, he escrito este artículo que ha sido publicado en la revista Plenilunio y que formará parte de un libro de Diálogos en el que actualmente estoy trabajando.
- Abuelo ¿qué es la Semana Santa?
- ¿Te acuerdas que hace poco tiempo hablamos de la Navidad?
- Sí, me dijiste que en ella celebramos la venida de Jesús para enseñarnos el camino del cielo y que por eso es tan importante.
- Bueno pues Jesús, durante los primeros treinta años de su vida, estaba en casa de sus padres san José y la Virgen María y trabajaba en la carpintería que san José tenía en Nazaret. Al cumplir los treinta años eligió a doce amigos y salió a predicar, es decir, a enseñar a las gentes qué tenían que hacer para ir al cielo.
- ¿Y solamente enseñaba?
- No, se preocupaba también de curar a los enfermos. De esta forma limpió a los leprosos; dio vista a los ciegos e hizo andar a los cojos, entre otras cosas.
- Y ¿Cómo lo hacía?
- Pues utilizando el poder y los conocimientos superiores que por ser Dios tenía. A esas curaciones las llamamos milagros.
- ¿Qué es un milagro, abuelo?
- Un milagro es hacer algo que con los conocimientos que se tienen en la actualidad no se puede conseguir. Por ejemplo, la curación de una enfermedad tenida por incurable por la medicina de la época.
- Y hacía algún otro milagro además de curar.
- Sí, en una ocasión convirtió el agua en vino durante el banquete de una boda a la que lo habían invitado.
- Cuéntame eso, abuelo.
- Pues resulta que lo invitaron a él, a su madre (san José ya había muerto) y a sus discípulos a una boda en un pueblo llamado Caná y llegó un momento en que se les acabó el vino. Esto suponía un gran problema para los novios y su familia, porque significaba quedar mal ante los invitados. Entonces los novios recurrieron a la Virgen para que pidiera a su hijo que los ayudara. La Virgen solamente le dijo: No tienen vino. Jesús le respondió y ¿Qué quieres que yo haga? Pero la Virgen les dijo a los novios, haced lo que él os diga.
- Jesús se levantó y fue con la persona que dirigía el banquete, que lo llevó hasta donde había unas tinajas. Jesús les dijo que las llenaran de agua, después miró al cielo, dio gracias a Dios y les pidió que sacaran el agua de las tinajas y las sirvieran. Cual no sería su asombro cuando comprobaron que no sacaban agua, sino vino y mucho mejor que el que antes habían bebido. Este fue el primer milagro que hizo.
- A mi me han dicho en el colegio que también expulsaba demonios. Cuéntame eso abuelo.
- Bueno en realidad, no eran demonios. La Biblia que es el libro que nos cuenta las cosas de Dios se puede leer de dos maneras: de forma literal, o sea, leyendo e interpretando las palabras tal como están escritas, o de forma metafórica, interpretando las palabras escritas como símbolos de otra cosa. En el primer caso leemos e interpretamos demonios; en el segundo la palabra demonios puede referirse a enfermedades.
- Entonces, ¿por qué están escritas así?
- Porque los libros se escriben utilizando las palabras que la gente, para la que se está escribiendo conocen. Si lees una edición antigua del Quijote, por ejemplo, muchas de las palabras no las entenderías, porque, aunque se utilizaban cuando Cervantes lo escribió, ahora no se usan así. Te voy a poner dos ejemplos: celebro y la hambre. Estas palabras no las utilizamos así ahora, sino que decimos cerebro y el hambre; pero en la época en la que se escribió esta obra se utilizaban de la otra forma. Pues con la Biblia ocurre lo mismo y Jesús, para que lo entendieran tenía que utilizar el lenguaje que la gente conocía. Pero al decir que expulsaba demonios lo que en realidad hacía era curar alguna enfermedad, especialmente la epilepsia.
- Qué es la epilepsia, abuelo.
- La epilepsia es una enfermedad cerebral que consiste en la pérdida de conciencia acompañada de convulsiones o movimientos incontrolados y de soltar espuma por la boca, por lo que la persona que la padece, se tira al suelo, se muerde la lengua o realiza cualquier otro movimiento. No es de extrañar que los antiguos pensaran que la persona que la padecía tuviera algún demonio dentro. Mira, esta es otra palabra que en la época del quijote no se llamaba así, sino que la conocían como alferecía.
- Yo he leído El Quijote y me ha gustado mucho.
- Pues cuando lo leas otra vez en una edición más amplia te gustará más, pero volvamos a Jesús. El curaba y enseñaba a las gentes como se tenían que comportar para encontrar el camino del cielo.
- ¿Y qué les decía, abuelo?
- Entre otras cosas que hay que perdonar a los que nos ofenden; que ayudemos a las personas que necesiten ayuda, sin pararnos a pensar de quien se trata; que busquemos la paz, que seamos pacientes; que no nos preocupemos excesivamente por el dinero ni por poseer muchas cosas; que compartamos con los demás lo que tenemos si ellos no lo tienen; que todos los hombres somos iguales ante Dios; que el hombre era más importante que la ley y muchas cosas más que no les gustaban a los que mandaban entonces.
- ¿Y por qué no le gustaban, abuelo?
- Pues porque haciendo lo que decía Jesús ellos perdían el control que tenían sobre la gente. Por ejemplo, cuando decía que el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado, atacaba de lleno lo que decían los fariseos, los sacerdotes y los escribas, que eran lo que mandaban.
- Qué quiere decir eso del sábado y el hombre.
- Mira, los judíos habían complicado tanto los diez mandamientos que Dios le dio a Moisés que era prácticamente imposible cumplir con todo. Por eso los que mandaban tenían muchos motivos para oprimir al pueblo. Es como si el código de circulación, por ejemplo, multiplicara las normas. Casi ningún conductor se escaparía de las multas.
- Y qué hacía Jesús para que se enfadaran con él.
- Un sábado, estando en la sinagoga, que es como se llaman las iglesias de los judíos, había un hombre que tenía una mano seca. Entonces Jesús le dijo que se pusiera en el centro y que estirara la mano. Al hacerlo, la mano seca quedó curada. Al ver esto los judíos le dijeron que porqué curaba en sábado y fue cuando le contestó lo de que te he dicho antes del hombre y el sábado.
- ¿Y porqué el sábado y no otro día, abuelo?
- Porque el sábado era, y sigue siendo para los judíos, el día del Señor, como lo es el domingo para nosotros. Uno de los mandamientos que Dios le dio a Moisés era, precisamente, que ese día lo dedicaran a Él, descansando de las actividades diarias. Pero una cosa es no trabajar en sábado para dedicar ese día al Señor y otra muy distinta que no pudieran hacer prácticamente nada. Los judíos lo habían complicado tanto que, incluso habían prohibido hasta treinta y nueve trabajos en ese día. Por eso y por lo que decía de la igualdad entre los hombres y porque la gente le seguía con admiración, buscaban la ocasión para matarlo.
- Y cómo lo hicieron, abuelo.
- Se valieron de unos de sus amigos para que lo traicionara y se lo entregara. Ese discípulo se llamaba Judas Iscariote.
- ¿Y lo hizo?
- Sí, pero antes Jesús hizo otras cosas muy importantes. En primer lugar un domingo, que para ellos era el primer día de la semana, entró a lomos de un burro en Jerusalén, que era la capital, ante el clamor de toda la gente que querían hacerle rey. Pero él se escabulló y se fue a predicar en el Templo. Así comenzó la primera Semana Santa.
- ¿Entonces por eso es por lo que la primera procesión es la de la borriquita?
- Efectivamente. Pero Jesús hizo muchas más cosas durante esos días: enseñaba en el Templo, discutía con los doctores de la ley que le tendían trampas con la esperanza de poderlo acusar ante el pueblo; celebró la cena pascual con sus amigos, en la que instituyó el sacramento de la Eucaristía; fue a orar al Monte de los olivos; se dejó prender estando en él, pero pidiendo que dejaran en paz a sus amigos; fue juzgado, azotado y condenado a muerte de cruz, muriendo en ella y siendo sepultado en un sepulcro sin estrenar que un amigo suyo, José de Arimatea, proporcionó y al tercer día resucitó. Todos estos acontecimientos es lo que se celebra en la Semana santa
- Abuelo, hay muchas cosas que no entiendo: lo de las trampas, lo de la cena pascual, lo de la Eucaristía, el porqué se dejó prender y lo de la Resurrección.
- Vayamos por partes. Una de las trampas que le tendieron fue esta: le presentaron una moneda romana (el pueblo judío estaba bajo el poder de Roma) y le preguntaron si él veía bien que se pagara tributo, es decir impuestos, al emperador. La trampa consistía en que si decía que sí lo acusaban ante el pueblo de defender a los romanos, a los que odiaban, y si decía que no lo acusaban ante ellos por negarse a pagar el impuesto. Jesús los miró a los ojos y les dijo: hipócritas, porqué me tendéis trampas. Enseñadme una moneda. Al verla pregunto de quien era el rostro que en ella había. Ellos le contestaron que del César. Pues entonces dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, les dijo. La gente aplaudió la respuesta de Jesús y los enemigos se fueron avergonzados, por lo que su deseo de matarlo aumentó.
- Los dejó planchaos. ¿y lo de la cena pascual?
- La Pascua era y sigue siendo para los judíos, la conmemoración del fin del cautiverio de Egipto, que ocurrió aproximadamente 1250 años antes del nacimiento de Jesús, es decir, hace unos 3260 años. Pascua significa paso, es decir el paso de la esclavitud a la libertad.
- De eso también trata la película de los Diez Mandamientos. Y la Eucaristía ¿qué es?
- Eucaristía viene de una palabra griega que significa Acción de gracias. Los judíos en la Pascua lo que hacían era dar gracias a Dios por haberlos sacado de la esclavitud de Egipto. Pues en esa acción de gracias, Jesús instituyó el sacramento de convertir el pan en su cuerpo y el vino en su sangre. Sacramento significa misterio, es algo que con nuestras fuerzas no podemos entender. Cuando vayas a hacer la Primera Comunión ya hablaremos más sobre él. Ahora solamente lo citamos como el mayor acontecimiento de la Semana Santa, el mejor regalo que ha recibido nunca el ser humano. Se llama también La Cena del Señor, porque fue en esa cena cuando lo instituyó.
- ¿Y porqué se dejó prender?
- Porque él había venido a enseñarnos el camino del cielo y esas enseñanzas estaban en contra, como hemos visto, de lo que pensaban los que mandaban y Jesús sabía a que se exponía con ello, entonces no se iba a echar para atrás. Pero él nos enseño el camino del cielo, no porque muriera en la cruz, sino que murió en ella, por enseñárnoslo.
- No entiendo eso, abuelo.
- Eso quiere decir que por el hecho de morir crucificado no nos enseño el camino del cielo, lo que se conoce como Redención, sino que fue crucificado por enseñarnos dicho camino. Ya hemos visto que lo que enseñaba no le gustaba a los que mandaban y por eso buscaron su muerte. Si no hubiera enseñado esas cosas y hubiera seguido en la carpintería de Nazaret, no lo hubieran matado. Pero él vino a enseñarnos, sabiendo a lo que se exponía y no le importó morir en la cruz por salvarnos a nosotros, es decir, con tal de enseñarnos el camino para poder llegar al cielo.
- ¿Y lo de la Resurrección?
- Cuando hablamos de la muerte, te acordarás que dijimos que el alma humana no moría. Pues bien, Jesús quiso enseñarnos esto y por eso se presentó a los discípulos cuando resucitó. Nosotros resucitamos, pero no nos presentamos a nadie, pero Jesús, como te he dicho, quiso enseñárnoslo y por eso se dejó ver. Hay una prueba de la Resurrección de Jesús en la sábana que lo envolvieron, en la que quedó impreso su cuerpo, tal como lo pusieron al enterrarlo. Esta sábana se conoce con el nombre de Síndone o Sábana Santa y se conserva en la Catedral de una ciudad de Italia llamada Turín.
- Ya me he enterado de lo que es la Semana Santa y de lo que se recuerda en ella. Cuando vea las procesiones me acordaré de todas las cosas que me has dicho de Jesús y le daré las gracias por lo que hizo.
- Hay que estarle muy agradecido a Jesús, pues sin él no sabríamos como llegar al cielo cuando nuestro cuerpo nos falle.
miércoles, 31 de marzo de 2010
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